sábado, 21 de septiembre de 2013

Sonido del silencio

El viento soplaba fuerte. Tan fuerte que iba directo a sus pulmones, se llenaban de aire puro, de brisa mariana. Los rayos de sol se proyectaban en ella, de sus ojos irradiaban el brillo del calor y del sol. 
Era bonito. Todo se proyectaba en ella porque  ella era el único cuerpo que ocupaba aquel espacio.

Se sentía libre y pequeña dentro de todo aquel mundo gigante que la rodeaba. Miraba el horizonte, aquella línea infinita que nunca terminaba. Miraba el mundo que seguía girando indiferente al sentimiento que ella tenía. Pensaba en el continuo cambio, en la siempre necesidad de avanzar y continuar.

En ese momento, con la única compañía de la soledad, se dio cuenta de algo: y es que el mundo no se detiene cuando tu te paras. No. El sigue avanzando, sigue caminando a pasos agigantados. Y tu después debes correr para no llegar tarde a eso que el mundo ha ido preparando.
Pero ella se detuvo,ella se bajo de aquel mundo que solo hacía girar. Y en ese momento ella pudo contemplar la belleza de lo sencillo y lo sereno, pudo darse cuenta de lo que esconde la soledad y el silencio. Pudo saborear todo eso que hasta ahora no había visto por seguir el compás del mundo, por seguir un ritmo frenético y alborotado.

Y es que en ese momento todo era silencio. 
Y justo cuando saboreó aquel sonido, supo que ya estaba lista para volver. Para reunirse con ese mundo que antes había dejado de lado, y para caminar tras eso que habían ido construyendo mientras ella se paraba y escuchaba el sonido del silencio. 
Ya estaba lista para levantarse porque ya se había encontrado. Y se encontró precisamente en la soledad y en el infinito.

Allí donde no había nada, se encontró ella.

domingo, 8 de septiembre de 2013

El espejo

Cuando nos miramos al espejo, ¿lo hacemos para vernos a nosotros o para ver como nos miran los demás?

Uno se mira en el espejo y obtiene el reflejo de eso que siente. Ese reflejo puede mostrarte lo que eres, lo que sientes y lo que tienes, pero también te muestra el vacío que nunca es rellenado y las carencias que tampoco nunca son cubiertas.
Una vez que te miras al espejo tienes el poder de ver todo lo que quieres pero también corres el riesgo de ver todo eso que ocultabas tras tu sombra. El reflejo tras el espejo es la transparencia que nos falta, es la cobardía ante lo que no nos gusta mirar. 
Sin embargo, mirarse al espejo es ya una seña de valentía porque sabes que no te mostrará solo aquello que quieras ver.

A veces los miedos nos impiden mirarnos, y los errores o los pasos mal dados nos hacen sentir extraños ante esa persona que el espejo nos muestra. Reconocernos, gustarnos, animarnos todo gira entorno a nosotros,a nuestros actos. Un mal acto y el espejo puede darte la peor visión. Un buen acto y el espejo te regala esa esencia que tan bien te hace. 
El temor, la indecisión, los complejos, la felicidad, la alegría todo lo puedes ver cuando te paras frente al espejo. 
Pero también es cierto que muchas personas se miran buscando preguntas inexistentes, buscando eso que eran y que ya no son. Se buscan a ellos, a la parte ya olvidada.
La búsqueda del espejo es una búsqueda limpia, sanadora pero muy peligrosa. Encontrarte con respuestas no esperadas puede ser un reflejo opaco de eso que eres. reflejarte en un espejo equivocado puede ser la ceguera que nunca se cure.
 Y encontrarte es un desafío, un reto y un laberinto para muchos. Por eso siempre nos miramos al espejo para intentar reconocernos, para no olvidar lo que somos. Y mantener esa imagen congelada del reflejo que el espejo nos da. Muchas personas tienen vendas, tienen cerrados esos ojos que te dan la el reflejo verdadero y por eso tienen una visión distorsionadas de ellos mismos.

El espejo puede ser tu mejor o tu peor compañero. Si no te gusta lo que ves hay que sumergirse en la búsqueda de lo que somos, en el reconocimiento interno y encontrar en nosotros las respuestas. 
Y si la imagen que ves es la que te gusta, hay que luchar por mantenerla, tenemos que mirarnos para recordar que esa la que queremos ser.