lunes, 14 de julio de 2014

Fantasmas

Podemos creernos invencibles, insuperables, indestructibles. Podemos pensar que podemos superar todo aquello que nos pase, y que todo puede quedarse en un recuerdo que aparezca solo cuando nosotros lo invoquemos. Sin embargo, nada es tan fácil como lo imaginamos.

Un día, uno cualquiera, el que menos te lo esperes, todo ese muro  que fuiste construyendo a base de sonrisas forzadas y de fotos superficiales, se desvanece de la manera mas rápida y cruel. Todo eso en lo que te llevaste trabajando tanto tiempo para que nada lo trajera de vuelta, llega a ti de la manera menos pensada. Y cuando te vuelve, solo puedes acogerlo de la manera mas amable para que su paso deje las menores secuelas posibles. Secuelas, que por otra parte, pueden cicatrizar pero nunca desaparecer. Solo que para nosotros siempre  es mas fácil mirar hacía el lado de lo invisible antes que enfrentarse a las batallas que luchaste y que te dejaron marca.
Pero esas marcas siempre están, haciéndote recordar que algún día te sumergiste a pleno, sin miedos a las heridas que la vida puede traerte.Son la esencia que te recuerdan que un día te zambulliste de lleno en lo divertido y peligroso que la vida tiene escondido solo para aquellos valientes que no temen el mañana. Esas marcas son como fantasmas, sombras incansables que te acompañan, que te hacen creer que por el hecho de ser invisibles no están ahí, detrás de cada paso. 
Pero si están, siempre están.

Tememos a esos fantasmas porque siempre están al acecho, creemos que pueden volver y destruir todo lo nuevo que hemos ido construyendo, y empezar de cero nos aterra. Nos dan miedo porque se nos escapan de nuestra visión, son sombras en la sombras. Y esa inseguridad que nos ocasiona volver al pasado y rememorar recuerdos que quieren ser olvidados, no asusta. Porque se nos escapa de nuestro margen de control. 
Pero ahí están los fantasmas, dispuestos a volver, infiltrados en la letra de una canción, en una foto olvidada o en el momento menos insospechado. Ahí están, siempre. Y pareciese que siempre quisieran volver.

Y es por esa necesidad de mirar siempre hacia adelante, por la que preferimos pensar que los fantasmas no existen, que a nosotros nadie puede hacernos tambalear nuestro cuidado y protegido presente por un simple recuerdo del pasado. Pero somo tan inocentes... porque claro que existen, de una u otra manera siempre hay algo que nos recuerde nuestra historia. Y menos mal, porque recordar nuestra historia, es recordar lo que somos. 
Tan solo hace falta cambiar la mirada para dejar de temer a los fantasmas que vuelven siempre a nosotros. Solo hace falta cambiar el cristal con el que se mira, para que los fantasmas dejen de ser enemigos y puedan convertirse en aliados. Solo así estaríamos dejando que el pasado ocupe el lugar que se merece y estaríamos dejando las puertas abiertas al futuro, que con la marca de nuestra historia, comenzamos siempre a construir.