Cuando somos chicos nos pintan al malo como feo y al bueno como guapo. Nos hacen creer que los malos siempre son derrotados y los buenos son felices para siempre. Nos muestran a esos malos vencidos por la valentía de héroes o príncipes que salvan a su princesa, esa princesa hermosa y enamorada que siempre es rescatada de su castillo.
Pero como cambian las cosas cuando eres grande... antes leíamos libros para distinguir entre héroes o villanos pero ahora, cuando creces, te das cuenta que no es tan fácil como nos lo pintaban. Ahora los héroes no son los que llevan capa y espada y los príncipes no te vienen a rescatar en un caballo blanco.
Ahora es el tiempo de entender que los héroes van mucho más allá de eso. Los héroes son los que luchan por la vida a su manera, los que se aferran a la sonrisa, son los que la pelean no por ellos, sino por las personas que ellos quieren. Esas personas por las que arriesgar su vida porque sabe que sin ellas su vida no vale nada, y por eso no temen a perderla.
Y de esa manera vamos aprendiendo a distinguir, a no quedarnos con el recuerdo que nos pintaban. Vamos entendiendo que la vida es mucho mas compleja y que los buenos no siempre son felices para siempre. Y es que cuando eres grande se duda de los " para siempre" de los " para toda la vida". Dudamos porque la experiencia nos ha ido diciendo que tal vez las cosas acaben aquí, y nosotros tenemos que aceptar que existe ese final.
Vamos viendo también que el mundo es injusto, que los malos pueden tener doble cara y que incluso ellos pueden ser los ganadores de la batalla.
Y entender eso es crecer, entender que podemos cometer errores, que nos cruzaremos con malos con cara de buenos. Eso es también crecer. Crecer para elegir el bando en el quieras estar, crecer para entender que la vida es un laberinto de poderes y un juego del que no siempre seremos los ganadores.
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